lunes, 1 de diciembre de 2014

El "monstruo" y sus consecuencias


Un lunes cualquiera probablemente no estaría escribiendo en el blog. Ya sabéis (en realidad no sé si hay alguien al otro lado) que suelo hacerlo con periodicidad aleatoria y cuando los 140 caracteres no me dan más de sí.

Hoy toca. La muerte de "Jimmy", un ¿aficionado? del Depor, lo merece. Mejor dicho, la violencia en el fútbol por parte de seguidores ultras es lo que me hace escribir. No la muerte en sí o, al menos, no esta muerte.

Seguro que a estas alturas estáis hartos de ver la batalla campal que se organizó, a las 9.00 am en la zona de Madrid Río, a escasas decenas de metros del Vicente Calderón. Una hora estupenda para pasear, runnear o, simplemente, comenzar el día yendo a una churrería para un desayuno en familia. Pero no para morir apaleado.



Y, también, seguro que estáis harto de oír las declaraciones de Enrique Cerezo y de Tino Fernández, presidentes de ambos clubes, Atlético de Madrid y Deportivo de La Coruña. Podríais cambiar estos nombres por cualesquiera. La reacción sería la misma.


No voy a extenderme demasiado. Creo que todos somos mayorcitos y, los que somos seguidores de este espectáculo (que no deporte ya), sabemos exactamente cuál es el problema del fenómeno ultra. El apoyo de los clubes,  directa o indirectamente, desde hace décadas. Gradas específicas; entradas gratuitas o con descuento; relaciones con jugadores; apoyos logísticos; viajes y un largo etcétera.

Los clubes los han apoyado. Los han necesitado históricamente. Cuando el equipo necesita aliento desde la grada, cuando necesita remontar un partido o ganar al eterno rival, ellos son los que más calientan el ambiente, los que jalean, los que llevan al equipo en volandas. Han alimentado al "monstruo" y, éste, en ocasiones, se desmadra y ocurren hechos como éste. Es inadmisible que los presidentes se desmarquen ahora y digan que son actuaciones de violentos, que son ajenos al fútbol y no pueden controlarlos.




No. No miren para otro lado. Sean tajantes. Son SUS violentos. Porque, ¿cuántos de ellos son socios o abonados? Son su familia. Y es tan cierto que no pueden controlar estos hechos fuera de sus recintos como que si no recibieran, ni hubieran recibido apoyos durante décadas y las condenas a la violencia fueran unánimes y los castigos ejemplarizantes, estos hechos no irían ligados al fútbol.

Es más, la violencia no es solo física. También es verbal y, muchos de los dirigentes, entrenadores y jugadores que ayer dejaban al margen del ámbito deportivo estos hechos, en innumerables ocasiones han incitado y alentado con sus declaraciones al "monstruo".

Llevamos décadas rasgándonos las vestiduras cada vez que hay un hecho luctuoso como éste pero, ¿cuáles son las consecuencias? Pocas o ningunas.

Afrontemos el problema de una vez. Miremos al "monstruo" cara a cara y erradiquémoslo. Rompan los abonos y carnets de esta gentuza y prohíbanles los accesos. Dejen de reirles las gracias y cambien sus gradas ultras por gradas familiares con niños a los que educar y formar en valores. Expulsen a los violentos.

Y ustedes, dirigentes de los clubes, que son los que controlan la LFP y, aunque digan que no, la RFEF, propongan sanciones ejemplares, sí. No multitas de mierda. 

Ayer lo tuiteé, sí y, hoy, sigo creyendo lo mismo. Sancionemos a los clubes según los actos violentos de sus aficionados. Contemplemos, incluso, multas en función del presupuesto del club y hasta descensos administrativos por conductas reiteradas y/o según su gravedad.

Solo de esta forma el "monstruo" se pensará lo que hace porque, no olvidemos, que en el país que presenta un 25% de paro y dónde el estado del bienestar ha sufrido tantos recortes, solo el fútbol es capaz de movilizar a ciudades enteras y hacer que sus gentes se manifiesten en las calles con más ahínco que por otras causas más nobles e importantes.


Y hablemos ahora de la víctima. Visto lo visto aplaudo la decisión de la RFEF y de la LFP aunque haya sido por desidia; yo tampoco hubiera suspendido la jornada. No era un aficionado. No era un padre que se encontró con que le agredían bajando del autobús. No me merece el más mínimo respeto. Ni por mi faceta como deportista y, ni mucho menos, como padre.

42 años. 2 hijos. ¿Quién se hace 600 kms de viaje de Coruña a Madrid para ¡¡¡quedar a las 9.00 a apalearse con unos desconocidos!!!? Solo un descerebrado y un energúmeno. Como los que forman el "monstruo". Como los que le han apaleado y tirado al río. Ni siquiera un animal; ellos matan para comer. 

Hay que alegrarse de que haya sido él y no el que estaba paseando, haciendo running o yendo a por los churros... 

Acabo ya. No veremos medidas. No veremos culpables. Esto seguirá igual que siempre. Hasta la próxima, donde volveremos a más de lo mismo.

#ATD